
El ‘boom’ de pisos turísticos ha transformado el paisaje urbano de infinidad de ciudades, con la desaparición de población local que no puede pagar los precios crecientes de los alquileres o de las viviendas a la venta.
Este fenómeno, denominado «gentrificación», expulsa a la población autóctona de sus barrios y fomenta la estandarización cultural, con un empobrecimiento profundo que va más allá de la dificultad de acceso a las viviendas. Muchas poblaciones se convierten en escenarios de cartón-piedra en los que desde la oferta gastronómica a la oferta cultural está copada por multinacionales franquiciadas y apenas quedan resquicios de población o cultura local.
En Baleares, el alquiler turístico ya convertido en un grave problema que acrecienta las dificultades de la población local de acceso a la vivienda, el Govern ha decretado la prohibición de crear más plazas de pisos turísticos en edificios plurifamiliares.
En las pitiusas también se han aumentado las plantillas de inspectores para intentar poner coto a la oferta de pisos irregulares, descontrolada durante años, y se han incrementado las multas en un 25% (hasta los 500.000 euros en los casos más graves).
Las multas impuestas se pueden rebajar hasta un 80% si la vivienda se destina a uso residencial.
Cantabria, la «Ibiza del Norte»
Al otro lado de España, en el Norte, está Cantabria. Lo que a priori no tendría nada que ver con Baleares se cambia al saber que a la comunidad tan promocionada por su expresidente Miguel Ángel Revilla se la ha empezado a denominar «la Ibiza del Norte».
El fenómeno de la masificación turística y sus nocivos efectos sobre el mercado de la vivienda y la población local ya ha generado manifestaciones con la asistencia de miles de personas, como muestra la imagen que ilustra esta noticia.
En el caso de las Comunidades de Vecinos, los comuneros pueden prohibir de forma total la actividad de los molestos pisos turísticos en sus bloques de viviendas. Fiestas, ruidos de maletas de madrugada, timbrazos equivocados a cualquier hora, borracheras, vómitos o incluso defecaciones de los turistas son algunas de las muchas molestias generadas por este tipo de negocios, además de los ya mencionados efectos nocivos sobre el mercado de la vivienda.
La comunidad de vecinos puede prohibir esta actividad de pisos turísticos con una votación en junta de propietarios y una modificación de los estatutos de la comunidad.
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